Como Nació el Club Neptunia

En la década de los años 30 del pasado siglo, se dieron cambios en las costumbres de los gualeguaychuenses, que no sólo cambiaron el comportamiento social, sino que originaron el nacimiento de nuevas entidades y la extinción de otras.

El primero de esos hitos fue la habilitación del puente, en 1931. Ello hizo que nuestros copoblanos “descubrieran” el Parque donado en 1922 por Saturnino Unzué. Había pasado una década sin utilizarse y hasta con peligro de revocarse la donación. No solo descubrieron el parque como lugar de esparcimiento, sino el propio río, que hasta entonces no se lo aprovechaba.

La gran mayoría no sabía nadar. El pionero de este deporte fue el “Lobo” Pérez, a quien Enrique Piaggio denominara “el hombre que enseñó a nadar a Gualeguaychú”

Cuando ese despertar de nuestro escenario ribereño tomaba fuerza, en el otro extremo de la ciudad (por allí terminaba la parte urbanizada) un grupo de jóvenes ensayaban deportes que se empezaban a conocer entre nosotros. Era en Juventud Unida la más antigua de nuestras entidades deportivas. Por entonces Iván, Miguel y Juan Manuel Cordini, oriundos de Paraná, habían traído la semilla del básquet que ya había arraigado en clubes de aquella ciudad, como Quique, Hindú etc.

Muchos jóvenes, en su mayoría estudiantes, se arrimaron interesados por el novedoso deporte y como se practicaba en una sola entidad, se formaron equipos internos de Juventud. A la hora de elegirles nombres, pesó la opinión de Manuel Portela, “el poeta del río” y amante de las culturas indígenas, y los bautizó: Marangatú, Charrúas, Ivitú. Poyavá, Temimbotá, Tecó etc.

Aquellos deportistas tenían tal entusiasmo, que eran practicantes y a la vez dirigentes. Se construían su cancha con polvo de ladrillo, la marcaban con flejes, organizaban campeonatos e incursionaban en otras actividades, como el atletismo.

A los directivos mayores eso no los entusiasmaba, pues debían retacear recursos al fútbol, que consideraban primordial.

En esa circunstancia, los equipos empezaban a emigrar a otros clubes. Fue el origen del básquet en Central Entrerriano y Racing Club, que en décadas siguientes brillaron en la Provincia.

Se preguntará el lector ¿y qué tiene que ver todo esto con el aniversario del Neptunia?

Uno de esos grupos, concretamente Marangatú, no sólo era cultor del básquet, sino que se interesaba por lo deportes náuticos, actividad en la que no habían encontrado el apoyo suficiente. Estaba integrado por Pebete Daneri, Lucio J. Martínez Garbino, Julio Burlando, Juan Farabello, Adán Leal y Quiquí Daneri.

Como no tenían un lugar propio en el río para reunirse a hacer sus prácticas, lo hacían en la punta de la isla. Allí su propietario, Horacio Rébori, padre de tres de esos jóvenes: Raúl David, Horacio y Guillermo, les facilitaba dos casitas, llamadas “La Cachola” y “La Mariola”. Además, contaban con el apoyo de Joaquín Arrate, quien aportaba su casa flotante fondeada muy cerca.

La actividad del grupo fue tan intensa, que necesitaron un espacio mayor y la vez, organizarse acorde a su crecimiento. Una noche de verano, a fines de 1934, a alguien se le ocurrió fundar un Club. Decirlo, acordarlo y salir con incontenible entusiasmo a motorizarlo, fue una misma cosa.

En una numerosa asamblea realizada en el local de la “Sociedad Operari Italiana” que todavía existe en Montevideo 132 (aunque hoy con una actividad que no genera tanto entusiasmo) quedó fundado el nuevo club. Se debatió sobre el nombre; algunos querían llamarlo “Olimpia”, en función de los nuevos deportes en boga. Pero predominó “Neptunia”¸ que era el de una revista náutica muy conocida y concordaba mejor con la finalidad estatutaria de “promover los deportes y especialmente los náuticos”.

No todos los integrantes de Marangatú fueron los fundadores de Neptunia, pero fue el núcleo del que nació la idea. La primera Comisión Directiva estuvo presidida por Don Manuel Portela, un poco mayor el resto de los fundadores. Secretario fue Luis Filiberti, Tesorero, César Velázquez y vocales: Luis Quaranta, Abelardo Herrero, Angel Idiartegaray y Pablo J. Daneri. La redacción del Estatuto se encomendó a Horacio Rébori (h), Luis Filiberti y Ricardo Irigoyen, en tanto que el diseño del banderín se encomendó a Enrique Etchegoyen.

Enseguida de la fundación, obtuvieron del nuevo Intendente Don Pedro Jurado, la concesión de un espacio en el parque, en la que hasta hoy funciona su sede balnearia.

La fuerza juvenil que hizo crecer a Neptunia parecía incontenible y ello se denotaba en el crecimiento de la nómina de socios. Era como si todos hubieran estado esperando que se fundara una entidad con esa mística. Para 1937, durante la primera presidencia del Dr Enrique Darchez, ya se hacían competencias que congregaban a los mejores nadadores de E. Ríos y Santa Fe. Aquellas jornadas culminaban con la demostración de saltos ornamentales de los eximios Julio Bibé y Alberto Buschiazzo.

También en lo social, Neptunia vino a llenar un vacío. Los jóvenes de aquella década no se sentían a gusto en los acartonados bailes de La Aurora, la Lira o La Armonia, entidades del siglo anterior, que tenían sus rigideces, como la formal invitación escrita y la rigurosidad en la vestimenta.

Los primeros bailes de Neptunia en su local del Cine Moderno, en calle 25 y luego en el salón del H. Concejo Deliberante, congregaban a multitudes de jóvenes y alcanzaban gran brillo y alegría, por lo que su éxito no paraba de crecer.

Han pasado 80 años. La diversidad de las disciplinas que hoy se practican y la activa vida social, le otorgan a sus dos sedes intensa actividad y algarabía. El sueño de los fundadores se ha cumplido.